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-¿A quién creéis que
se refería con “ella”?
-No tengo ni la menor
idea.
-¿Claudia?
-No lo sé. Aunque… ¿recuerdas aquella vez, Bastet?
-No lo sé. Aunque… ¿recuerdas aquella vez, Bastet?
-¿Aquella vez? ¡En la
biblioteca!
-¿Qué ocurrió?
-Eleone leyó un libro y se quedó extrañamente ausente. Parecía estar hablando con alguien.
-Eleone leyó un libro y se quedó extrañamente ausente. Parecía estar hablando con alguien.
-¿Sería con “ella”?
-Eso no responde a la
pregunta: quién es “ella”.
-Es un Avatar de la
Luz, quizá hablaba con el Corazón del Mundo.
-¿El Corazón del
Mundo?
-¡El Dios León!
-Pero ha dicho “ella”.
-¿Quieres decir que
el Dios León en realidad es la “Diosa Leona”?
-Eso lo explicaría
todo.
-No sé vosotros, pero
no me apetece dejarla a solas.
-Es lo que nos ha
pedido, Zero, así que cálmate. Ojalá encuentre la manera de recuperar a Jaleel.
-Si lo hace, uno de
los Señores oscuros habrá caído y nosotros seguiremos intactos.
-Eso no nos da a
penas ventaja. De hecho en vez de estar aquí deberíamos seguir buscando Mundos.
-En eso estoy
contigo.
-Pero Eleone…
-No nos iremos todos,
volveremos a irnos unos cuantos.
-¿Y quién se irá esta
vez?
-Yo voy y me da igual
lo que digáis.
-Tú ya fuiste la otra
vez.
-¿No has entendido la
parte de me da igual lo que digáis? No podéis obligarme a quedarme, estoy
haciendo esto porque quiero, no siento ninguna obligación hacia este Mundo.
Blanck no medió más
palabras y se fue.
-¡¿Ya te vas?!
-Tengo cosas qué
hacer mientras decidís el resto del equipo. Aunque si tardáis demasiado me iré
yo solo.
-Vaya… aunque ahora
hable más no ha mejorado mucho.
-Yo diría que incluso
ha empeorado.
-Yo quiero ir…
-Princesa, no creo
que sea prudente.
-¡Yo también soy una
Elegida!
-Lo sé, pero…
-¡Pero, ¿qué?
-Aún no estáis
preparada, princesa.
-¿Y Eleone sí?
-Eleone es mayor y la Luz le protege.
-Eleone es mayor y la Luz le protege.
-¡Y a mí me protegen
mis puños! Eleone no sabe luchar, ¡yo sí!
-Esto no es un juego.
-¡¿Crees que no lo
sé?! ¡Estoy cansada de que me tratéis como a una niña!
Claudia se fue
corriendo.
-¡Princesa, espera!
-Te has pasado, Zero.
-Sólo intento
protegerla, es mi deber.
-Bueno, seguimos
siendo demasiados. Alguien tiene que quedarse aquí esperando a que la princesa
despierte al dormilón.
-Yo me quedo. Id
vosotros.
-¿Zero?
-Mi deber es estar
con las princesas, si ellas no van, no tiene sentido que vaya. Además, ya sois seis.
-¿Mi deber no es
quedarme para proteger Ciudad Eclissis?
-Ya me quedo yo por ti. Seguro que también quieres ver Mundo.
-Ya me quedo yo por ti. Seguro que también quieres ver Mundo.
-En realidad no. Y no
me gustaría dejar a Adda y a Nanny mucho tiempo solas.
-Tranquilo, Vali. Les
pediré a Biggs y Wedge que las echen un ojo.
-Como deséeis,
general.
-Vaya, vaya, si el
cachorro es importante y todo. Tiene hasta subalternos.
-Sí, sí. Tened
cuidado.
-Jo, a penas hemos
descansado, yo quería comer. ¿No podemos esperar a mañana?
-Ya les has oído,
Bastet. No tenemos tiempo que perder.
-Está bien.
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-Ma-madre. ¿Cómo es…
posible?
-Siempre he estado
aquí. Cuidando de vosotros.
-¿En el Corazón de
padre?
-Sí.
-Pero… ¿por qué no
puede despertar?
-Porque está muy
enfermo, hija. Si te quedaras aquí con nosotros… Quizás podríamos curarle.
-¿Aquí… con vosotros?
¿Cuánto?
-Lo que haga falta,
hija.
-Pero… tengo… tengo
que hacer cosas.
-¿Y dejarás a tus
padres morir?
-Pero tú…
-Si muere yo me iré
con él.
Eleone se dio la
vuelta para volver a mirar a su padre, indefenso sobre el trono.
-Si me quedo…
-Tienes más amigos
fuera luchando, hija. No te necesitan. Pero tu padre sí. Y Alexander y Abraham
cuidarán de Claudia.
-¡¿Y Jaleel?! Tengo
que curarle, para eso vine.
-¿Prefieres curarle a
él antes que a tu padre?
-No…
-Muy bien, hija.
La reina Arturia se
acercó a su hija para abrazarla.
-Te he echado de
menos.
-Y… y yo a ti, madre.
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Claudia, cabreada,
quiso perderse por el castillo, aunque de alguna manera sintió que su hermana
la necesitaba y acabó en la habitación de su padre, donde Eleone yacía inerte
en el suelo.
-¡Eleone! ¡Eleone,
¿qué te ocurre?!
-Está durmiendo.
-¡¿Quién ha dicho
eso?!
-Soy aquel al que tus
ancestros llaman el Dios León.
-¿Cómo…? ¿Qué le ha
pasado a Eleone?
-Está en una prueba.
-¿Una prueba?
-La princesa necesita
aprender por sí misma una dura lección.
-¿Qué clase de lección?
-…
-¡¿Qué clase de lección?!
-Tú no puedes
entenderlo.
-¡¿Cómo?! ¡Eleone,
Eleone, despierta!
-Tu voz no puede
alcanzarla allá donde está.
-¡Eso no es verdad!
¡Eleone, Eleone!
-Madre…
-¿Eleone? ¡Eleone,
despierta! ¡Despierta, Eleone, tienes que volver conmigo!
-Yo quiero a madre…
-¡No! ¡Eleone, madre
está muerta! ¡Tienes que volver conmigo! ¡Te necesito! ¡Despierta!
-Es inútil. Deja de
intentarlo.
-¡No! ¡Nunca me
rendiré! ¡Eleone, despierta!
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Mientras, en el patio
del castillo.
-Bueno, ¿todo
preparado?
-¿Qué hay que hacer?
-No te preocupes,
Bastet se ocupará de todo. Tú solo invoca tu armadura y transforma tu Llave
espada en vehículo.
-¿Y Blanck?
-Al final parece que
el lento es él. Ya nos alcanzará.
-¿Y si se pierde?
-Él nunca se pierde.
-Como veáis.
Los cinco Elegidos
invocaron su armadura y transformaron su Llave espada en vehículo y entonces
salieron por el portal que Bastet invocó instantes antes rumbo al espacio entre
los Mundos.
-Tengo la impresión
de que va a pasar algo.
-¿A qué te refieres,
Bastet?
-No lo sé. Es solo un
extraño sentimiento.
-Nunca te sueles
equivocar en esas cosas.
-Espero equivocarme
esta vez.
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Y en las afueras de
Ciudad Eclissis Blanck se encontraba aullando al cielo hasta que escasos
minutos después apareció frente a él aquella extraña criatura parlante con la
que se encontró al llegar por primera vez allí.
-Blanck.
-Hola, Nanaki. He
vuelto.
-¿Qué has
descubierto?
-Conocí a los seres
oscuros de los que me hablaste, aquellos que se disfrazan de hombres.
-¿Les reconociste?
-Era imposible no
hacerlo. Apestaban.
-Sí, deben ser ellos.
-Uno de ellos ha sido
eliminado, pero había cinco más.
-Eso son buenas
noticias. Pero no hay que bajar la guardia hasta que desaparezcan todos.
-¿Sabes algo más de
ellos que deba saber, Nanaki?
-No mucho, la verdad.
-Dices que no son
hombres, entonces ¿qué son?
-Fueron hombres, pero
ya no lo son. Se arrancaron el Corazón.
-¿Se arrancaron… el
Corazón?
-Lo sé, es difícil de
creer. ¿Quién podría querer deshacerse de lo más importante?
-¿Sabes lo que es el
Avatar de la Luz, Nanaki?
-Sí, ¿por qué?
-La princesa de la
ciudad es una de ellas.
-¿Quieres decir que
contamos con la ayuda de un Avatar de la Luz?
-No solo contamos con
su ayuda, Nanaki. Ella misma fue la encargada de poner en marcha un plan para
restaurar la Luz.
-Muy buenas noticias.
Parece que has hecho amigos.
-No son amigos… sólo…
herramientas.
-¿De verdad?
-Sí. Cuando todo esto
termine, volveré a mi mundo o aquí contigo. Lejos de la humanidad.
-…
-Ahora debo irme.
Blanck invocó su
armadura y convirtiendo su Llave espada en vehículo y abriendo un portal en el
cielo tal y como Bastet hacía salió rumbo al espacio entre los Mundos.
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-Madre… puedo oír a
Claudia.
-No puedes oír a
Claudia, hija. Ella está muy lejos.
-Pero la oigo.
-¡Eleone, despierta!
-Quiere que
despierte, madre.
-¡No! Tienes que
quedarte aquí con tu padre y conmigo.
-Pero…
-¡Eleone, te
necesito!
-Me necesita…
-Y tu padre también.
-Pero ella es mi
hermana pequeña, tengo que cuidarla.
-¡Ella sabe cuidarse
sola!
-¡No!
Eleone apartó a su
madre y se hecho hacia atrás invocando su Llave espada.
-Tú no eres mi madre.
-¿Cómo dices?
-Mi madre me pidió
que cuidara de mi hermana si a ella le pasara algo, nunca me pediría que la ignorara.
-Lo sé, hija, yo te
lo pedí. Pero ahora tu padre te necesita más.
-¡Mientes! Padre no
me pediría ayuda a costa de Claudia. ¡Y mi madre tampoco!
Como si esas palabras
fueran poderosos ataques, la reina Arturia se deshizo en una luz y la luz se
introdujo en el cuerpo del rey que se levantó de su trono abriendo los ojos.
-Padre…
-Eres fuerte, hija. Más
fuerte de lo que pensaba. Tenía que haber confiado más en ti y quizás yo no
estaría así.
-¿Qué…? Pero, ¿y
madre?
-Tienes razón, no era
tu madre, era solo mi recuerdo sobre ella enfocado gracias al Dios León.
-¿Gracias a Madine?
-El Dios León me pidió
que hiciera esto como si fuera una prueba para ti.
-¿Una prueba?
-Parece que después
de todo, me guste o no, tomarás mi puesto.
-¿Cómo dices?
-Je… Ya lo sabes,
¿verdad?
-No… No.
-Lo siento, hija. No
voy a salir de ésta.
-Pero, entonces… ¿eso
tambien es parte de la prueba? Si sabía que ibas a… ¿por qué me ha mandado aquí?
-Hija, el camino que
has empezado será duro, y es muy posible que pierdas a más gente por el camino.
Debes estar preparada.
-¿Y tengo que
permitir que tú seas el primero? ¡Ni hablar! ¡No!
-Eleone…
-Yo quería salvarte…
¡No puedes decirme que no puedo hacerlo!
Eleone empezó a
llorar aunque consiguió contenerse soltando suaves lágrimas que caían por sus
mejillas.
-Y me has salvado.
¿No lo ves?
-…
-Has conseguido que
me sienta orgulloso de ti en todos los aspectos en que un padre puede sentirse
orgulloso de su hija. Me has hecho sentirme un feliz buen padre. No me has
podido salvar de ninguna mejor manera. Y ahora me has liberado y podré volver a
reunirme con tu madre.
-No quiero que te
vayas… Te necesito.
-No, Eleone. Ya no me
necesitas. Y aunque parezca injusto es ahora cuando la gente te empezará a
necesitar a ti, empezando por tu hermana. Así que vas a tener que hacerte muy
fuerte para poder reinar en mi lugar. Pero no estás sola, lo sabes, ¿verdad?
-Sí… lo sé.
-Bien. Me alegra
saber que he podido tener una oportunidad de despedirme de ti. Agradéceselo al
Dios León de parte de los dos. Y recuerda hija: El día en que se abra la puerta
está cada vez más cerca.
-¿La puerta? ¿Qué
puerta? ¡Padre! ¡Padre! ¡PADRE!
-¡Eleone!
-¿Claudia?
-¡Estás bien! ¡Sí!
-Claudia.
Eleone abrazó a su
hermana olvidando poco a poco lo que había sucedido en el sueño. Aunque hubo
algo que no olvidó y apartando a su hermana suavemente se despertó y acercándose
a su padre le puso las manos en el pecho y soltó una última lágrima por él.
-Eleone, ¿qué…?
Pero la princesa tan
solo negó con la cabeza.
-No…
-Voy a salvar a
Jaleel, Claudia. Ocúpate de todo.
-Vale…
Claudia estaba
llorando a cataratas.
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